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Antiguas Leyendas Checas - CECH

  CECH Detrás de los montes Tatras, en las planicies del río Vístula se extendía desde tiempos inmemoriales la tierra Cróata, primigénita parte de la gran patria Eslava. En aquella tierra cróata habitaban numerosas etnias emparentadas en el idioma, moral y costumbres. Y sucedió que se

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Detrás de los montes Tatras, en las planicies del río Vístula se extendía desde tiempos inmemoriales la tierra Cróata, primigénita parte de la gran patria Eslava.

En aquella tierra cróata habitaban numerosas etnias emparentadas en el idioma, moral y costumbres.

Y sucedió que se desataron entre ellos polémicas y luchas sangrientas por la posesión de tierras y aldeas. Se levantaron clanes contra clanes, parientes lucharon contra parientes y se exterminaban mutuamente.

En ese tiempo, dos hermanos de un poderoso clan, ambos caudillos, Cech y Lech, juntos acordaron que abandonarían su tierra natal, desgraciada por las guerras. Se dijeron: "Busquémonos nuevos asentamientos, dónde nuestro clan viva en tranquilidad y se dedique a su trabajo".

Pues ya estaban por sus ancestros habituados a laborar la tierra, cultivar varios tipos de cereales y criar caballos y ganado vacuno y ovino.

Como acordaron, también ejecutaron. Juntaron a toda su etnia, elevaron ofrendas a los dioses, retiraron los cuadros de los ancestros y habiéndose despedido de la tierra paterna, se encaminaron hacia el poniente, hacia tierras desconocidas. E inició su camino clan tras clan, todos compuestos de numeras familias, todos amigos y parientes. Primero iban exploradores y hombres armados, en el centro el caudillo Cech, de barba blanca pero apuesto y fuerte, su hermano Lech y en su derredor los gobernadores, los alcaldes de los diferentes clanes, todos a caballo. Detrás iban los ancianos, las mujeres y los niños sobre rústicos carros y a caballo, hatos de ganado y finalmente más hombres armados. Se dirigieron primero por regiones de etnias hermanas hasta que cruzaron las fronteras de la tierra Cróata, cruzaron el río Oder y se adentraron en regiones montañosas y desconocidas.

Allí encontraron aldeas cuyos habitantes aún hablaban su misma lengua, como también junto a las orillas del río Labe.

Pero, ya antes de cruzar este río, la región se volvió más desértica y encontraron escasas aldeas. Estaban muy separadas entre sí, y sus habitantes, que hablaban lenguas extranjeras, se vestían con pieles, en poco número pero osados y corajudos, se les interponían con armas en las manos en su camino. Cech y Lech los vencieron, destruyeron sus primitivas viviendas en chozas y pozos y avanzaron más y más, de bosque en bosque.

Malo era el camino por los profundos bosques, malo el caminar por pantanos llenos de juncales, ortigas, trozos de tierra cubierta por musgo y diversos matorrales. Al anochecer encendían fogatas que mantenían hasta el amanecer para que la luz proyectándose hacia la oscuridad de la floresta ahuyente a las feroces y astutas fieras.

Así llegaron hasta un tercer río que recorría la selva; el Vltava. Y cuando también a éste cruzaron, todos empezaron a extrañar la antigua tierra y a quejarse que no hay fin del dificultoso camino y sin lugar para un descanso permanente.

Entonces, el caudillo Cech señaló un monte elevado que con colores azulados se erguía frente a ellos por sobre una región amplia y plana y dijo:

"Lleguemos a los pies de ese monte, allí daremos descanso a los niños y al ganado". Llegaron y acamparon al pie de ese monte que se llama Ríp. Los caudillos y los ancianos de los clanes recorrieron las tierras circundantes señalando que son aptas para el cultivo. Por la mañana, con las primeras luces del alba Cech se levantó y ascendió solo hasta la cumbre atravesando el silencioso bosque lleno aún de la nocturna oscuridad.

Cuando llegó ya había amanecido y una amplia región se extendía frente a él hasta dónde alcanzaba la vista, hasta lejanas montañas azules, llana y libre, bosques y prados. Entre la exuberante vegetación los ríos brillaban como plata derretida.

Y alegróse el primer padre Cech sobre la bendecida tierra y reflexionó sobre ella, sobre los designios de los dioses, sobre cómo será allí la vida de su pueblo y de las generaciones futuras.

Cuando descendió, informó de lo que vió. Al día siguiente, muchos recorrieron los alrededores del monte para reconocer toda la región. Lo que encontraron les gustó, los ríos llenos de peces, fértil la tierra; y comunicaron que es adecuada para morar.

Al tercer día, cuando comenzaba a ascender el sol sobre los bosques llamó Cech a su hermano y a los ancianos y ordenó que todos se acercaran. Ascendió con ellos a un lugar elevado desde el cual podían mirar a la región y les habló así:

"Ya no tendrán que extrañar pues hemos hallado una tierra dónde nos quedaremos y edificaremos nuestras viviendas. Observen, esta es la tierra que buscábamos. Muchas veces les hablé de ella prometiendo que allí los conduciría. Esta es la tierra prometida, llena de animales y pájaros, rebosante de miel. De todo tendréis abundancia y será buena defensa contra vuestros enemigos. Miren, la tierra que deseaban. Sólo que no tiene nombre; consideren con que nombre debe ser nombrada."

"¡Tuyo!. ¡Que se llame con tu nombre!" expresó como por inspiración divina un anciano de larga y blanca barba, el más anciano de los alcaldes. Y ya todos, alcaldes y pueblo clamaron en una sola voz:

"¡Tuyo, con tu nombre!".

"¡Que se llame con tu nombre!"

El caudillo Cech, complacido con la voluntad de su gente, se arrodilló y besó la tierra, nueva patria de su etnia. Habiéndola besado, se levantó y alzando las manos hacia la amplia región habló con voz conmovida, bendiciendo:

"¡Bienvenida tierra santa, a nosotros prometida!. ¡Cobíjanos sanos, cobíjanos sin accidentes y multiplícanos de generación en generación hasta el fin de los siglos!"

Con alegría pusieron sobre la tierra las imágenes de los ancestros que transportaron vestidos de ropajes blancos desde la patria original y encendieron un gran fuego. Y ofrendaron un sacrificio de fuego en agradecimiento y bendición y se alegraron todos.


Nota del traductor Pedro Brumovský: Traducción del libro homónimo del autor Alois Jirásek, autor novelístico del siglo 19 creador de, "Hermandad; Psohlavci; F.L.Vek; Filozofská historie; U nás; Husitský král"; y otras obra relevantes. Cada temática está desarrollada más ampliamente por el autor en su libro Antiguas leyendas Checas.